Alcanzar la sana convivencia en todos nuestros espacios (hogar, aula de clases, colegio, trabajo, barrio y sociedad), nos compromete a la reflexión y sensibilidad por este tema. Los integrantes de la comunidad educativa, deben encontrarse individualmente para conocer sus propias motivaciones, habilidades, emociones, conocimientos, fortalezas, debilidades, ideales, sueños, gustos y disgustos, para luego encontrarse con los “otros” y lograr la construcción colectiva de convivencia.
Promover la educación para la convivencia es una prioridad para nuestras comunidades educativas, trazado en el trabajo escolar, desde la primera infancia hasta el último ciclo de educación.
La construcción del Plan Local de Convivencia Educativa, tiene como propósito, aproximarse a la realidad, de apropiarla, y de soñar, diseñar y realizar transformaciones concretas, que produzcan aprendizajes vivenciales, con una perspectiva secuencial y acumulativa de conocimientos, habilidades, actitudes y motivaciones.
El proceso de formación para la convivencia, se desarrolla a partir de la sensibilidad hacia las situaciones que afectan la cotidianidad del estudiantado y sus familias, para luego profundizar y reflexionar sobre las mismas, con miras a plantear acciones transformadoras en sus entornos. Esto supone educar para la acción organizada, concertada y evaluada con los actores sociales implicados (familias, docentes, orientadores, rectores, Secretarías de Educación, entre otros).
La opción de trabajar el desarrollo de capacidades humanas, permite la contextualización de acciones y recontextualización de conocimientos, alrededor de cómo construir convivencia y ciudadanía, y al mismo tiempo, satisfacer las necesidades de participación, en el marco de los derechos humanos, de una cultura de paz, de la construcción de buen vivir, bien común y vida digna.
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